La música “mágica”

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A las seis de la tarde los payasos y payasas de Saniclown se mueven felices por el Hospital Niño Jesús de Madrid. Y dos de ellos, Pollicina y Líquido, con su acompañante Pilar, se dirigen a la Unidad de Reanimación. Allí están tres pequeños que han salido del quirófano hace poquito. Uno de ellos es un bebé, apenas tiene un año… va con su pañal y está tumbado en su cama, conectado a los sueros y a los aparatitos que nos dicen como está.

Y llora y llora. Llora con rabia, chilla, quiere que sepamos que no está bien, que no le hace ninguna gracia estar allí, que no entiende nada. Está muy rabioso, muy enfadado, muy aturdido. Un precioso bebé que solo expresa lo que siente, como solo un niño se lo permite.

La enfermera le pone sobre su espalda los electrodos para seguir con las pruebas, y él llora gritando más y más. Y su mamá con mucho amor y una gran sonrisa en su cara, está con él, calmándole, estando.

Médicas y enfermeras de la Unidad de Reanimación nos dicen que él está “rebelado” y la médica nos apoya y anima a que hagamos nuestra labor.

Pollicina y Líquido valoran la situación. Pollicina decide hacerle un teatro de sombras con sus muñequitos y sus nubes… pero él llora de rabia. El teatro de sombras, las palabras, el contacto visual y de las miradas parecían solo incrementar su confusión, su miedo, su llanto. Nos miramos. Estaba tan asustado y agitado… Pollicina buscaba un canal en el que él permitiera la comunicación para que pudiese llegarle la calma.

En el calentamiento payaso Pollicina había tocado para Pilar con su ukelele una canción, una muy bonita, una nana (“Ninna Nanna” de Brahms) que te deja relajadito, como en las nubes flotando en el aire… ¡Tan bonita!

En cada nota levantaba discretamente la mirada para ver el impacto sobre el pequeño y saber si tenía licencia para continuar o si este lenguaje tampoco era el adecuado.

Así que Pollicina bajó su mirada y se concentró en hacer vibrar las cuerdas. En cada nota levantaba discretamente la mirada para ver el impacto sobre el pequeño y saber si tenía licencia para continuar o si este lenguaje tampoco era el adecuado. La música, un idioma universal, que todos apreciamos desde muy pequeños, el lenguaje que nos pone a todos en armonía … fue lo que la permitió hablarle desde la calma. El bebé se dio permiso para relajar el llanto y para apoyar su cuerpecito en el cojín y quedar a la escucha hecho un ovillito, como cuando estaba en el vientre de su mamá. Y empieza el silencio. Cierra los ojos y los abre a intervalos. Pollicina con su amor y paciencia toca y toca sin parar, con su calma, su armonía, sus notas de paz que salen de su ukelele de color rojo (como su nariz de payasa…) y no deja de hacerlo. Unos minutos de paz inexplicable nos habitan, se hace el completo silencio en el espacio.

Estamos todos emocionados por el precioso momento, que a través de la música de Pollicina, estamos viviendo. Puro amor. Pura paz. Y tras esos minutos, salimos despacito, dejando el silencio allí instalado, ¡tan bonito! A Pollicina le costó parar de tocar e irse… y tuvo miedo, por un momento, por si el pequeño volvía a llorar. Su oreja se quedó a la escucha hasta el final del pasillo. El pequeño no volvió a llorar…Y ya fuera nuestros rostros reflejan la emoción y el amor que habíamos vivido allí dentro. No teníamos palabras…

¡Queremos seguir siendo payasos y payasas de “felicidad”!

por Pilar Cachadiña (Tacháaan) y Paola Flabbi (Pollicina)

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