El pirata Huesorojo

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A menudo cuando entro en las habitaciones de Oncología infantil encuentro una fuerza y una capacidad de felicidad muy especiales. Los detalles, que la rutina de la normalidad despoja de importancia, allí vuelven a llenarse de un significado que admiro.

La espontánea necesidad de jugar y de vivir, por encima de una de las pruebas de salud más dolorosas, se manifiesta en miradas auténticas, en sonrisas radiantes y en carcajadas sonoras y,  a veces, en los trazos de un dibujo lleno de esperanza y de sueños.

Como el dibujo de Gabriel, que os quiero contar en forma de palabras.

(Pollicina)

 

Pocos segundos después de entrar en el mundo de Gabriel, Pollicina y Serenata descubrieron que se trataba de un apasionado dibujante.

Gabriel estaba serio y muy concentrado. Empezó a dibujar una figura alargada y la pintó de rojo, Pollicina preguntó de qué se trataba y que por qué era de color rojo.

Gabriel contestó que era un hueso, un hueso malo y que había que tirarlo.

Luego dibujó a su alrededor un amplio circulo negro e irregular. Pollicina y Serenata empezaron a jugar a adivinar la esencia de cada línea.

-¡Es un hueso en una lavadora!

-¡Es un hueso en una mochila!

Y después de varios intentos Serenata dijo llena de entusiasmo -¡Es una cueva!

Cuando las payasas decían cosas que a Gabriel  le hacían ilusión, él sonreía y añadía nuevas líneas y figuras. Encima de la cueva apareció una pequeña torre y plantada en ella una bandera con una calavera. La indiscutible impronta oscura de este dibujo llegó fuerte al corazón de las payasas, pero más fuerte les  llegó la mirada grande de los ojos de Gabriel y las inundó de ganas de jugar.

-¡Es una cueva pirata, es la cueva del famoso pirata Huesorojo! ¡Es una cueva que navega como un barco!, gritó serenata con alegría.

A Gabriel se le iluminó una sonrisa en la cara con el rotulador suspendido en el aire y, bajándolo con energía, empezó a pintar de color azul alrededor de la cueva. La cueva empezó a navegar. Al lado de Huesorojo Gabriel pintó un perro.

-¿Cómo se llama? preguntó Pollicina.

-Se llama Chimenea y echa humo porque está muy enfadada,  dijo Gabriel.

Su rabia se liberó.

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Pollicina

Es siempre un momento mágico cuando un niño hospitalizado encuentra la manera de abrir la puerta para que sus sentimientos más pesados puedan expresarse.

Y ese momento merecía unas líneas especiales en este texto. Me costó encontrar las palabras por lo profundo que cada vez me llega ese momento liberador de lo que por dentro puede pesar como montañas. Es en ese momento preciso en el cual siento la verdadera misión y vibración de mi payasa de hospital, que no pretende hacer reír y divertir, solo desea si es posible facilitar un escape de expresión creativa a todo lo que,  cuando sale ,deja espacio al juego más maravilloso, al niño que habita el pijama del paciente.

En pocos segundos, en la parte baja de la hoja de Gabriel, tomó forma un pez colorado y alegre. Pollicina y Serenata intercambiaron una mirada cómplice y feliz y juntas exclamaron -¡Es un pez payasoooooooo!

Gabriel tenía ahora un guiño divertido en sus ojos y al lado del pez liberó de su rotulador un niño de piel marrón, con rizos y manos grandes que sujetaban algo parecido a un lápiz.

-¡Es un niño como tú! ¡Es Gabriel! ¿Eres tú?, preguntaron las dos payasas. Pero Gabriel se puso serio y dijo que no. Ese niño se parecía mucho a él, pero no quiso que fuera él.

-Es un niño al que le gusta pintar, se llama, se llama, se llama… ¡Pincel!, propuso Pollicina, y Gabriel sonrió.

Desde la aparición del pez payaso y de Pincel en el dibujo, Gabriel dio forma a una verdadera fiesta en la parte alta de la hoja por encima de la cueva de Huesorojo, con cantantes y músicos de una tribu africana. Uno de ellos le hacía divertirse mucho, tenía un pelo hecho de rayos negros. – Es el rey de los fuegos artificiales y los hace explotar desde su cabeza,  nos contó riendo Gabriel. Pollicina y Serenata recibieron un gran regalo viendo aparecer la fiesta y en ella se sintieron inmersas.

Para terminar su obra, Gabriel añadió un marco alrededor de toda la hoja. Eligió dejar fuera del marco el humo de Chimenea y con una sonrisa blanca brillante nos dejó salir de su mundo.

En el pasillo, Serenata y Pollicina se cerraron emocionadas en un fuerte abrazo, orgullosas de la fuerza y de la fiesta de vivir del pirata Huesorojo.

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